...

...

jueves, 28 de agosto de 2014

El imperativo del anfitrión: cuidado pastoral para los cristianos orientales en países occidentales

 Por el P. James Siemens

27 de agosto de 2014

El año pasado ha sido un año tumultuoso para los cristianos en el mundo oriental. Cuando las protestas en Ucrania contra el gobierno títere del Kremlin se iniciaron en noviembre de 2013, la atención del mundo se fijó en el desarrollo de los eventos en Kiev durante algún tiempo. De hecho, los designios imperiales de Putin han determinado que la situación en Ucrania haya permanecido tan volátil, que los ojos y los oídos de los medios de comunicación apenas han tenido la oportunidad de apartarse. Desde la invasión de la península de Crimea a la guerra subversiva que se libra en la parte oriental del país, el mundo ha sido expuesto a los aspectos de la vida ucraniana que nunca antes había visto o conocido. Esto incluye a la Iglesia Ucraniana. Ha sido central para la historia del Euromaidan la obra de sacerdotes y religiosos heroicos orando, aconsejando, oyendo confesiones y antendiendo a los heridos y moribundos. Luego, en Crimea, el Arzobispo Klyment, de pie ante las puertas de una base militar ucraniana, desafiando a los invasores, llamó la atención de la gente. Finalmente, estos últimos meses han sido testigos de las acusaciones surrealistas del Patriarca de Moscú de que los "uniatas" tienen la intención de erradicar la ortodoxia de Ucrania, en medio de ataques físicos a los que no son ortodoxos rusos, y así dieron la impresión, a los que no habían conocido anteriormente nada del cristianismo en la tierra de San Wolodymyr, de una Iglesia en estado de agitación.

Desde junio, por supuesto, incluso estos acontecimientos trascendentales han sido eclipsados ​​en gran medida por la cobertura dada al llamado Estado Islámico (EI) y las atrocidades indecibles que se han venido desarrollando a través de Siria e Irak a raíz de su ascenso. En este caso, incluso la prensa, generalmente desinteresada en asuntos de fe, no puede dejar de reconocer que las víctimas, en gran medida (aunque no exclusivamente), han sido cristianos, lo que representa una serie de antiguas comunidades de todo el Oriente Medio, incluyendo caldeos, ortodoxos y católicos sirios, greco-ortodoxos antioquenos y greco-melquitas católicos, armenios apostólicos y armenios católicos y las antiguas Iglesias Asirias
de Oriente.

Juntos, entonces, y por la más trágica de las razones posibles, esto significa que casi todo el espectro de la cristiandad oriental se encuentra en exhibición para los cristianos de Occidente; y si los cristianos occidentales están a la altura de sus responsabilidades, también significa que, les guste o no, tienen una obligación para responder. La pregunta es: ¿cómo?

Es razonable esperar que, asi como los hermanos orientales huyen del Oriente Medio, nosotros, en países como el Reino Unido, Canadá, los EE.UU., Alemania, y cualquier cantidad de otros estados occidentales, terminemos dando alojamiento a miles de ellos a medida que intentan construir nuevas vidas. A la luz de esto, me parece que nos incumbe, a aquellos de nosotros que tenemos la suerte de vivir en estos países actualmente, hacer todo lo que podamos para comprender el lugar desde donde estas personas han venido: cultural y espiritualmente. Este sería un primer paso para responder.

El decreto del Concilio Vaticano II en relación con las Iglesias de Oriente, Ecclesiarum Orientalium (EO), deja en claro que la Iglesia de Occidente (por el cual se entiende concretamente la Iglesia Católica Romana, pero podríamos añadir todas las comunidades derivadas de la Iglesia Católica Romana) no escompleta en sí misma si no tiene en cuenta a las Iglesias Orientales. Es importante destacar que, como el documento continúa diciendo, "Todos los miembros del rito oriental deben saber y estar convencidos de que pueden y deben siempre conservar su rito litúrgico legítimo y su forma de vida establecida ...", y sólo se hace hincapié en cuán audazmente los cristianos orientales deben ir alrededor de la práctica de la Fe, siempre que las circunstancias lo permitan. Sin embargo, ya que remarca la responsabilidad de Occidente, el EO también establece que "Los que, por razón de su cargo o ministerios apostólicos, están en comunicación frecuente con las Iglesias orientales o con sus fieles deben ser instruidos, de acuerdo a lo que su cargo demande, en los conocimientos y veneración de los ritos, la disciplina, la doctrina, la historia y el carácter de los miembros de los ritos orientales". En otras palabras, el Concilio Vaticano II contempla, nada menos, el hecho de que los cristianos de Occidente deben estar bien versados en la vida de las Iglesias Orientales .

El siglo VII vio un movimiento comparable de cristianos de Oriente a Occidente, así como con el surgimiento del Islam, las regiones tradicionalmente cristianas, como Mesopotamia y Siria, se vieron invadidas casi en su totalidad por la nueva religión, y los refugiados buscaron lugares seguros para vivir, tales como Constantinopla y Roma. De hecho, la península italiana en ese momento era el hogar de monasterios latinos, griegos y sirios por igual. Que esto sea así demuestra que es posible el alojamiento en Occidente. Griegos, sirios y otros cristianos no necesitan - y, de hecho, no deben - ser asimilados. Por el contrario, se les debe alentar en su fe y sus tradiciones, y mirarlos como fuentes de una sabiduría diferente: una sabiduría antigua y apostólica que Occidente frecuentemente olvida. Por último, este es precisamente el modelo que vemos en la Iglesia hasta la trágica y, al menos en algunos aspectos, completa separación de caminos entre Oriente y Occidente después del siglo VIII.

El EO va en un largo camino hacia la solución de la brecha entre las Iglesias apostólicas, pero los acontecimientos contemporáneos están clamando, en un modo en que no lo hacían desde que el documento fue escrito, para que el Occidente latino lo ponga en práctica. En el Reino Unido, los EE.UU., Canadá, y todos los demás países del mundo occidental, donde las tradiciones latinas dominan, obispos, sacerdotes, diáconos, laicos, aquellos que no están en ministerios de ningún tipo en absoluto, tienen la oportunidad y la obligación de servir como buenos anfitriones a los orientales entrantes, cualquiera que sea su rito o Iglesia. Sugiero, en los términos más enérgicos posibles, que hagan lo mejor que puedan para comprender quién es el que está entrando en medio de ellos, lo que estas personas traen consigo y lo que pueden ofrecer, y luego hacer todo lo posible para asegurarse de que, a pesar de la tragedia que pueden haber visto al salir de sus hogares, pueden empezar de nuevo con su fe intacta. Cualquier otra cosa sería inhóspita, y violentaría a las personas que ya han sufrido bastante.


Fuente: http://risu.org.ua/

No hay comentarios:

Publicar un comentario